viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Cuánto vale nuestro voto?



Hacia el año de 1977, Perucho Conde (en aquélla época chavista en formación), sacó un disco bastante simpático a propósito de las elecciones a realizar el año siguiente.  El "elepé" venía cargado de temas amenos y divertidos, de los cuales recuerdo particularmente dos de ellos.  Uno se llamaba "Mosaico Electoral" y el otro "La Candidatura del Animador" (dedicado a Renny Ottolina).  El tema del mosaico en cuestión tenía un final que decía así:


"Oye candidato, qué es lo que prometes, si voto por tí?
desde que empezamos hasta donde vamos siempre ha sido así
Yo con este voto, te doy el coroto pero sin mentir
no digas ahora, que tu si eres bueno
no me hagas reir!"



Independientemente de la dirección política que el señor Conde tomara una vez que "el proceso revolucionario" se instalara luego de la debacle de los partidos tradicionales venezolanos (AD, Copei, MAS), su punto en el mosaico y en esa última frase resumía el sentimiento que compartían y comparten muchísimos venezolanos a la hora que tienen contacto con los candidatos pretendientes a sus votos, cada vez que se presenta la "temporada electoral" en nuestro país, siendo esta temporada (dicho sea de paso) una de las pocas ocasiones en que los candidatos se muestran "como tú", es decir, personas de a pie, miembros de la fulana sociedad civil, ciudadanos normales y corrientes como el resto de nosotros. 

Esa preocupación de saber a quién entregamos nuestra decisión personal, única, íntima, que conlleva nuestras esperanzas y espectativas, cuando depositamos el voto en la urna, aunque hoy en día se hace en una bendita máquina del CNE. Ese voto que tanto se busca para completar el "ciclo" de la democracia y que, salvo las siempre existentes amenazas de fraude, termina siendo el que manifiesta la voluntad de las mayorías. 

En teoría, la democracia es un proceso simple, sencillo, por medio del cual tenemos la opción de escoger entre varios candidatos y elegir uno, el de nuestra preferencia.  Sin embargo, el desenvolvimiento de los últimos quince años nos ha llevado a convertirnos a los electores en los débiles de la interacción del hecho democrático, en los "underdogs" de la pelea, en aquellos cuyas menos posibilidades tienen de salir "airosos".  Sobre nosotros descansa hoy en día, la mayor de las responsabilidades que se le puede asignar a un miembro de una comunidad social: la simple elección de otras personas para que dirijan al país adonde residen.

Sin embargo, nuestra elección hoy en día es todo menos simple. El proceso es todo menos simple.  El país está en una situación todo menos sencilla.  No estamos eligiendo personas para que continúen con procesos iniciados tiempo atrás cuyos frutos positivos (educación, properidad, seguridad, trabajo, etc) están maduros y generan beneficios para todos.  Nos vemos frente al compromiso de elegir personas para sustituir a otras personas que han hecho todo menos sembrar buenas semillas.  Muy por el contrario, estas personas han destruído completamente el campo adonde se siembran las semillas mismas que deseamos como ciudadanos.  En pocas palabras, estamos antes del inicio ya que no existen siquiera las condiciones para que el inicio mismo comience, si vale tal abstracción.


Salvo que nos encontremos en situaciones reales de acceso al poder, como digamos, podrán estar los allegados a los candidatos con mayor opción, todo lo que podemos hacer es ir a votar.  Si bien todo elector (por conveniencia o por convicción) aspira a estar en esa situación de cercanía al "petit comité" de un candidato ( o ser el candidato mismo), la realidad es que somos pocos los que llegamos a esa esfera exclusiva, a ese "members only club" del poder.  Por lo tanto, no somos más que personas cuyas voluntades se expresan mediante el voto.  Lo que me inquieta y me atormenta (lo confieso) es qué tanto valor le damos a nuestro voto.


Hacia aquella época electoral del '78 (la cual particularmente recuerdo bastante), el país se debatía entre lo "Correcto" de Luis Piñerúa y "Donde están los reales" de Luis Herrera Campins.  Campaña tumultuosa y cargada de emocionalidad, quizá influyó sobre mí ya que para ese entonces contaba con 11 años y era la primera campaña que "vivía" aunque no votara.  En la del año 73 sólo tenía 6 años y estaba más pendiente de jugar carritos que otra cosa.  El '78 era diferente, vivía ya en Caracas, era parte de lo que sucedía en la ciudad, me sumergía en la vida del país sin saberlo.

Otro episodio que recuerdo inmensamente y que traigo a colación para hacer mi punto, es un sketch del hoy chavista y tristemente enfermo Joselo.  Su personaje del mendigo despertaba de un sueño en el cual las candidaturas estaban empatadas a un número igual de votos y el voto de él (del mendigo) era el que podría decidir la elección hacia un candidato o hacia el otro.  EL Mendigo no sabía que hacer ni por quien decidir y recuerdo que los supuestos candidatos le preguntaban, para atraer su voto: "¿qué quieres?  ¿qué necesitas?" y el Mendigo respondió: "que quieran a Venezuela"





¿Cuántos de nosotros nos colocamos en esta situación, aunque sea hipotéticamente?  Quiero pensar que somos ciudadanos que valoramos nuestro voto, pero a diario consigo manifestaciones de resignación (aún dentro de esta fiebre de unidad que nos arropa a todos indefectiblemente) y baso mi conclusión en el hecho de que muchos enfocan esa intención de voto hacia los beneficios personales que un candidato nos traerá sobre otros.  Al parecer, seguimos imbuídos en una suerte de fanatismo electoral que continúa siendo guiado por preceptos más desfavorables hacia el interés colectivo y en donde sigue preponderando el interés personal.


¿Cuántos de nosotros, realmente queremos el beneficio de todos los que habitamos (física o espiritualmente) en el país, y cuántos de nosotros tenemos claro ese concepto de país? 

Los momentos que se nos avecinan son cruciales, y es nuestro deber preparar nuestro voto, educarlo, instruirlo, ilustrarlo pero por encima de todo, madurarlo muy bien.


Los dejo con esa reflexión por hoy.







 


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Política Jurásica




Mientras observo la Rueda de Prensa a propósito de la inscripción de Henrique Capriles Radonsky como candidato a las elecciones primarias de la oposición, me pregunto si los "actores" políticos miembros de la MUD, tienen idea de la forma cómo son vistos desde afuera, y de qué manera son percibidos frente a cómo se perciben ellos a sí mismos.

La bandera unitaria empuñada por la oposición, aún cuando no existía la MUD como ente único, era el denominador común.  Esa unidad la cual ha sido secuestrada por el Gobierno, la unidad que parece que durante estos largos años ha sido acaparada por el sentimiento de aquellos que siguen al presidente.  Esa unidad que durante tanto tiempo arengó disciplinadamente a cientos de miles de chavistas a votar temprano, a organizarse, a ser disciplinados y a vencer a la oposición una y otra vez en las elecciones.  La Mesa de la Unidad Democrática ha apostado a eso, a lograr una unidad verdadera, real, inédita.


Pero a medida que hemos visto el pasar de las semanas y la madurez de este proceso, se han comenzado a notar ciertas voces que parecieran desentonar con el armonioso coro que presenta la Mesa cuando se sienta a dar declaraciones de manera conjunta en la cual sus representantes que no aspiran a la candidatura (Aveledo, Albanes, Medina) comentan acerca del "momento histórico" por el cual pasa Venezuela, en donde "nunca antes como ahora existe tanta unidad en la oposición".  Estas voces parecieran estar, como consecuencia de rencillas internas dentro de la mesa misma, comenzando a mostrar que la unidad parece no ser tal y que prefieren cantar como solistas desentonados.

Y en mi opinión no puede ser tal, porque este "Chiripero 2.0" que se está tratando de licuar como jugo para ser bebido por los ya enratonados "chavistas descontentos", comienza a tener un sabor que no sabe a "homogéneo" porque dentro de los ingredientes del jugo están frutas que no son saboreadas por todos y que algunas están francamente en proceso de descomposición política.  Algunos de estos son los Causa R, PPT, Copei y AD, los cuales parecieran estar empeñados en repetir sus mismas prácticas anacrónicas de utilización de los candidatos a su favor, con el respectivo tufo que esto trae.

Si evaluamos a los candidatos "sobrevivientes" al día de hoy, ninguno pertenece a la vieja escuela política venezolana, entendiendo la misma como la militancia tradicional de Acción Democrática y Copei.  Capriles y López nacen de Primero Justicia (ex Copei), como exponentes de la camada de alcaldes que surgió hace más de una década.  Pablo Pérez nació en AD pero actualmente milita en un partido aparte (tipo Primero Justicia) y Maria Corina es la única que viene de un no-partido como lo es Súmate. Chávez y su discurso agresivo son los supuestos autores de la eliminación del protagonismo político de los partidos de siempre, pero en realidad los partidos mismos se suicidaron bajo su propia ineptitud en cumplir las promesas durante las oportunidades que tuvieron a lo largo de la duración del período democrático luego de la caída de la dictadura.

Si hay algo que se mantiene latente en la memoria colectiva del venezolano (la cual es bastante selectiva, dicho sea de paso) son los "cabilleros" de las maquinarias de las que tanto se jactan los partidos tradicionales hoy en día como "decisivas" para inclinar la balanza de las primarias.  Las infelices declaraciones de Henry Ramos Allup al momento de ratificar el apoyo de AD hacia Pablo Pérez, dejaron ver su actitud de "viejo sabio de la tribu", la cual demuestra su ceguera frente a la manera como son percibidos hoy los partidos tradicionales: dinosaurios políticos.

Esto ha decantado en una serie de comentarios que en mi apreciación, le han creado un "favor mocho" a los candidatos.  La discusión acerca de la fecha para la celebración de las primarias para Gobernadores y Alcaldes es percibida como desviación por parte de aquellos sin opción clara (olvidando el tema presidencial como opción principal)  y  el tema relativo a los fondos que tienen que ver con la celebración de las primarias mismas, entre otros, dejan ver que existen rencillas dentro de la fiesta electoral.

Bajo el viejo dicho que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", se han aglutinado alrededor del entusiasmo que han despertado estos candidatos, los mismos partidos que se saben sin opción clara a obtener el poder con liderazgo propio.  Ni AD ni Copei poseen hoy en día la fuerza necesaria para lanzar un candidato que le revire a Chávez, que se tutee con él.  Quizá Ledezma pudo haberlo hecho, pero AD decidió hacer sus apuestas hacia Pablo Pérez, dejando al primero sin más opción que desistir en su empeño por ser candidato, sacrificando además, experiencia por popularidad. 

Por esto, se vuelcan a "dar su apoyo" a alguno de los candidatos que ven con más opción.  A los candidatos, en aras de la "unidad" y el discurso conciliador, no les queda más remedio (o si?) de aceptar este apoyo, cometiendo el error de agrupar trás de si a las maquinarias que tanto rechazan y que fueron las mismas que propiciaron su salida de esos mismos partidos políticos en primer lugar.


Desde afuera, este circo de dimes y diretes se percibe tal cual lo que es: Falta de unidad disfrazada de sentimiento profundamente democrático.  Mientras más aparecen unos y otros que apoyan a López, Pérez o Capriles, haciendo acusaciones de "cogollerismo" y practicas por el estilo, más aquellos a quienes intentan convencer comienzan a mirar de reojo este compromiso. 

La oposición parece no entender que parte de su catálogo de derrotas durante los últimos años se ha debido, precisamente, a mostrar varias caras frente a un país que parece ser "unifacial" y que no entiende, dada la inmadurez política de la que siempre hablo, que dentro de un proceso de democracia caben distintas opiniones.  Esto no significa que no puedan coexistir dentro de la MUD opiniones encontradas (y francamente opuestas), pero si de obtener la victoria se trata y "evangelizar" tantos Ninis que existen, deben practicar aquello que dice "Adentro nos decimos las cosas y afuera tenemos un discurso igual"