De todas las críticas que se le hacen a Chávez y al chavismo, una de las más repetidas es la que habla que uno de sus mayores logros ha sido "crear odios y dividir al país en dos". Durante trece largos años se le ha reprochado haber dividido familias, vecinos, compañeros de trabajo y hasta rivales deportivos, para llegar a casos extremos. Sin duda Chávez es el autor de muchas páginas cargadas de extrema polarización, las cuales han demarcado claramente los grupos en "oligarcas" y "rojos", "escuálidos" y "boliburgueses" y cualesquiera otros motes que se hayan inventado para definir un bando y otro.
Esta suerte de "ellos" y "nosotros" ("nosotros" dependiendo del polo al cual usted pertenezca), se mantenía hasta hace poco en una especie de sensación colectiva de enfrentamiento entre los buenos y los malos. Buenos aquellos que están con nuestros ideales y malos, obviamente, los que no lo están. En múltiples ocasiones nos hemos sentido atacados por los comentarios del Presidente en interminables alocuciones, cadenas, entrevistas y comentarios, acrecentando y expendiendo más estas opiniones la maquinaria propagandística y adoctrinadora del Gobierno, a través de sus programas de televisión (La Hojilla como mejor exponente), diarios de corte oficialista, reporteros, periodistas, los miembros del gabinete ministerial y los mismos seguidores del Presidente, esos que he definido como "El Pueblo Chavista"
Este antagonismo social conoció su primera manifestación abierta (en la cual nadie se escondió para gritar lo que sentía) el 12 de abril del año 2002, cuando hordas de triunfantes opositores para el momento, salieron a la caza de dirigentes del Gobierno y se apersonaron en las viviendas de Tarek Williams Saab en la urbanización La Lagunita y Ramón Rodríguez Chacín en su residencia en Santa Fe, además del vergonzoso incidente en la Embajada de Cuba, adonde supuestamente se encontraban escondidos miembros del gobierno caído el día anterior. Todos observamos el odio acumulado, guardado y añejo que daba rienda suelta en contra de los que en aquél momento habían sido despojados del poder, aunque fuera (para desgracia posterior del país) de manera temporal.
Casi diez años después, la oposición vuelve a plantarle cara al Gobierno, haciendo uso de argumentos más que válidos para disputar el poder del país en los próximos comisiones electorales de Octubre de 2012. Para esto y haciendo uso de la democracia que defienden, los integrantes de la MUD plantean un proceso inédito en Venezuela, el cual es la celebración de las elecciones primarias para la elección del candidato o candidata únicos para medirse con Chávez (o quien sea designado por éste o el partido) en las elecciones presidenciales.
Este proceso ha visto una abanico de pre-candidatos, despuntando algunos de mayor calibre y aceptación que otros en la población. Sin hacer valoraciones que no me corresponde hacer, lo cierto es que he comenzado a notar, que ese mismo radicalismo del que la oposición acusa a los seguidores del Presidente, es abiertamente practicado entre los seguidores de algunos de los distintos candidatos de la MUD.
Cuando comenté días atrás que la Mesa de la Unidad Democrática tenía patas flojas me refería a eso: Día a día leo en redes sociales (principalemente en Twitter) los ataques directos a los candidatos por parte de gente misma de la oposición, particularmente en el caso de Diego Arria, quien es, en mi opinión, el candidato que más se apersona en el Twitter y con el que he logrado (al igual que muchísimos otros usuarios) obtener respuestas directas a preguntas puntuales y no de un asistente que como en el caso de Leopoldo López, Henrique Capriles o Pablo Pérez, responden solo a aquellos que los apoyan o solo anuncian en qué pueblo están abrazando a la viejita tal o cargando al muchachito cual.
Esta exposición personal de Arria le ha valido, y cada día se lee con más frecuencia, comentarios de personas invitándolo a retirarse (unas gentilemente, otras no tanto). A todas, responde Arria que sigue hasta el final y que tendrá sus firmas para la fecha requerida. Ahora bien, más allá de esto, también noto ataques entre los PabloPerecistas y los Caprilistas, Leopoldistas y Machadistas, los cuales menciono porque su tono dista de ser "democrático" y entre todos acusan a los contrarios de "atentar" contra la Unidad. Los únicos que parecen ser comedidos en sus comentarios son, obviamente, los precandidatods mismos.
Así como noto yo ese radicalismo dentro de los opositores, así mismo lo notan los seguidores del gobierno. No hace falta ser muy analítico para darse cuenta que el mensaje que sale de los últimos movimientos políticos, tales como el apoyo de AD a Pablo Pérez como tema principal y las descalificaciones a candidatos como Arria, dejan permear por parte de los que apoyan a los punteros (Pérez, López y Capriles) que no son ni muy democráticos en su proceder ni están tan unidos como quieren dejar ver. Si practican la democracia como valor esencial, si se sienten tan seguros de su victoria como dicen estarlo ¿porqué atacar a candidatos que, dentro del proceso democrático, tienen tanto derecho como los suyos a postularse?
De esto se concluyen varias cosas: En primer lugar, existe un sector de la oposición denominado "fanático" por Hermann Petzold ("La Chavezdependencia". El Universal. 30 de Octubre) entre otros, para quienes la idea de un candidato distinto al suyo es igual a atentar contra la unidad. Este grupo quiere (y tiene como única meta) en salir de Chávez a toda costa, pero no se detiene a pensar en las propuestas de otros que deseen aspirar a la candidatura única porque para ellos la de su candidato es la mejor. Punto.
Este grupo es al que me refiero como tan peligroso como el propio chavismo. Desde el momento en que Juan Carlos Sosa Azpúrua decidió entrar en la competencia a la Presidencia, voces comenzaron a tildarlo de loco o de querer dividir a la supuesta unidad de la oposición. Señores, si ustedes creen en la democracia, deben aceptar que quien se quiera lanzar, se lance. Así es el juego.
En los Estados Unidos, las últimas tres campañas electorales vieron a un candidato llamado Ross Perot, que no representaba ni los conservadores Republicanos ni a los liberales Demócratas, y nadie le exigió "retirarse" por no tener chance de ganar. Inclusive en Venezuela, en las elecciones de 1998 contra el mismo Hugo Chávez, nadie le pidió a Irene Saez, Luis Alfaro Ucero, Miguel Rodriguez Fandeo o Alfredo Ramos que se retiraran de la contienda, a pesar de que obtuvieron 2,82%; 0,60%; 0,30% y 0,11% cada uno respectivamente.
Cualquier podrá argüir que los tiempos son otros y que hoy en día es urgente salir de Chávez, y en eso estamos de acuerdo. En lo que no puedo estar de acuerdo, ni estaré, es en la inobservacia de los mecanismos y reglas que la democracia dicta a los que se rigen por ella en su vida política. La democracia nos exige siempre, y de ahí su gran valor, actuar de forma justa, tolerante y equitativa todo el tiempo, por lo cual es importante hacernos un "reality check" y darnos cuenta que cuando nos dejamos arrrastrar por las pasiones, son esas pasiones las que por momentos nos hacen olvidarnos de las reglas del juego.
No hacerlo es determinar nuestro suicidio político y caer en los mismos desatinos que criticamos a nuestros opositores. Al igual que los militares que tanto critico, que creen que dando un golpe corrigen una situación anormal, cuando la oposición descalifica a actores políticos que deciden (por elección propia) a no participar en la "fiesta democrática" que plantea la MUD, se cae en la misma radicalidad del gobierno que quieren sacar del poder.
Los chavistas podrán ser lo que sean, pero son tan observadores como nosotros. Y este tipo de pugnas no pasan desapercibidas.
Juancé Gómez