Parte II
Como les comentara en mi primera entrega, y agradeciéndole al Presidente el material que constantemente me regala para apoyar mi postura, las Fuerzas Armadas en Venezuela han mantenido una posición privilegiada dentro de la vida del país. Si a PDVSA se le acusó de ser una caja negra, a las FFAA le aplica el término de "Caja Fuerte", por su hermetismo y total divorcio de la convivencia con la nación. PDVSA producía dinero para el país, mientras que las Fuerzas Armadas lo que han hecho es derrocharlo, comprando armas innecesarias para defendernos de nadie, construyendo viviendas para sus propios miembros y manteniéndose a la vez, protegidas de toda intromisión civil. Atrás quedaron los tiempos en que para algo servían los batallones de ingeniería que construían carreteras y hospitales: Hoy sirven para reprimir al pueblo, cerrar y expropiar haciendas y fábricas, serviles bajo las órdenes del Comandante en Jefe.
Nos preguntamos indignados, porqué los militares se arrodillan (literalmente) frente a la figura del Presidente, y nuestra mente civil nos impide entender lo que para el militar es sólo un comportamiento natural: sumisión disfrazada de disciplina. En la mente del militar no existen los conceptos que para los civiles son la base misma de la convivencia tales como libre albedrío, contraposición de opiniones, discusión, consenso. El militar ejecuta ordenes, no las discute. El militar entiende que, sometiéndose a sus superiores, encuentra consuelo en someter a sus subordinados y así sucesivamente. Mientras más escale en jerarquía y rango, mayor será la cantidad de rangos inferiores que se someterán a sus órdenes. Es por eso que para los miembros de las Fuerzas Armadas ver como un militar, un Teniente Coronel "Don Nadie" antes del golpe de 1992, llega a la cúspide del poder en el país, representa una imágen casi divina, digna de admiración. Ese militar desde el olimpo de Miraflores les dice, tácitamente: "Yo soy militar, y mira adonde llegué"
En Venezuela, el mundo civil no comprende esta manera de pensar del estamento militar. Así como en otras fuerzas armadas se mantienen cerradas las filas en asuntos espinosos como la homosexualidad dentro de sus filas (Don't ask, don't tell) en el caso de los Estados Unidos, o el abuso mismo del cual son acusados actualmente los Cascos Azules de la ONU por supuestos abusos contra civiles en Haití, la milicia es callada y permisiva para con los abusos que sus miembros cometen en el "ejercicio de sus funciones". La costumbre de la violencia (tanto dentro de sus propios miembros como con civiles o enemigos) les permite actuar de forma brutal en muchos casos, sin las valoraciones que los civiles hacemos de dichos actos.
Ayer mismo, el Presidente decreta sumar más privilegios a los ya privilegiados militares, aumentándoles en 50% el sueldo y exonerándolos del pago de cuotas iniciales para la compra de viviendas o automóviles. Si bien mucho se comenta que estas dádivas responden a un miedo del Presidente para que los militares no lo saquen del poder por la vía armada, considero particularmente que no es otra cosa que la manifestación expresa de la única manera de vida que conoce Chávez como buen militar y que no es otra que colmar a sus colegas, a sus compañeros de armas de los beneficios que la institución armada ofrece a aquellos que como él, han hecho su carrera y han entregado su vida al uniforme y a la gorra.
Sin embargo, para no restarle importancia a los que comentan que hay "miedo" en Miraflores, cabe el análisis de esta posición con la siguiente reflexión: Si en Venezuela, tanto el gobierno como la oposición tienen que "coquetear" con los militares para que inclinen la balanza del poder, entonces tenemos un problema gravísimo porque nuestra vida "civil" depende, precisamente, del antónimo perfecto como lo son los militares.
¿Quiénes son, al final del día, los militares? Si hacemos recuento de los orígenes de todos los oficiales, sub-oficiales y tropas regulares hoy en las FFAA, nos daremos cuenta de una constante: Los militares provienen, en su gran mayoría, de extractos humildes de la población. Las clases media y alta no envían a sus hijos a la Academia Militar para asegurar su futuro, mientras que el pobre considera la carrera militar como una alternativa, en la que se aseguran escalar posiciones económicas de forma relativamente estable. Aguantando unas cuantas "mierderas" (término utilizado en los cuarteles para referirse a castigos por vía de ejercicios físicos), se logra conseguir una casa, un apartamentico, unos estudios y compras privilegiadas en el IPSFA o en otros lugares. Si tienes la suerte como recién graduado, te envían a algún puesto fronterizo o de aduanas adonde aprendes a "matraquear" pescadores, "raquetear" indocumentados o como premio gordo, decomisar contrabandos que van desde cajas de cigarrillos hasta alijos de droga. Toda una universidad de corrupción que servirá en tiempos posteriores.
El militar es un chulo profesional. Es un parásito del sistema. Es una chinche institucional. El militar entiende que posee la fuerza y la coerción física para extorsionar desde individuos hasta sistemas, y no duda en hacer despliegue de esta fuerza para amedrentar y dar rienda suelta a su falta de educación, modales y cultura. En la mente de muchos todavía resuena el eructo de Acosta Carléz tomando Coca Cola cuando a nombre de la gloriosa revolución bolivariana, allanó sus instalaciones en Valencia en el año 2003.
Muchos comentaristas repiten incesantemente el mismo postulado acerca de la "institucionalidad" de muchos militares dentro de las fuerzas armadas. Mi posición es que los militares, permitiendo la intromisión dentro de sus filas de elementos externos como el G2 cubano, izando banderas cubanas en sus cuarteles y observando los abusos que diariamente cometen sus colegas dentro de la supuesta institución a la cual pertenecen han perdido toda legitimidad como institución considerada "decente" o "guardiana de la democracia". Si existen oficiales "institucionales" deberían, como mínimo, retirarse si no desean enfrentarse a los abusos o combatirlos, denunciarlos y asumir las consecuencias que esto acarree. Su silencio y su inacción los hace cómplices y la neutralidad en estos casos es inexcusable, dada la alta polarización en la que se encuentra el país. Abiertamente manifiesto mis dudas acerca de los militares "institucionales" dentro de las Fuerzas Armadas. Creo que todos son parte de la misma hipocresía.
Una Venezuela sin militares. Qué silencio espiritual nos produce esta frase, cuando llegamos a pensarla e internalizarla como hecho hipotético. ¿Una Venezuela sin ejercito? Suena a una locura digna de una lobotomía.
Venezuela puede llegar a materializar esto. Avanzar como país es un proceso que tiene e implica cambios radicales. En mi tercera y última entrega me referiré a la manera cómo nos beneficiará a todos los venezolanos despojarnos de estos individuos parasitarios de nuestra vida civil. Si bien comenté esto al cierre de la primera entrega y por esto pido excusas, debo admitir que los últimos hechos me obligan a cimentar más los motivos por los cuales debemos convencernos de salir, definitivamente, de las Fuerzas Armadas en Venezuela.
Juancé Gómez
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