El Twilight Zone Criollo
Pareciera que ya el inconfundible olor silencioso de la Pelona vino a cobrar lo suyo. Sin entrar en posturas acerca de si es bueno o malo que este evento irreversible suceda, la reflexión que debemos adelantar (y que debimos adelantar meses y años atrás) es la de comenzar a preguntarnos, como ciudadanos políticos que aspiramos ser, de qué manera podemos enfrentar los tiempos que vienen, que por el pronóstico del clima, parecen seguir nublados y sin brisa.
Una vez más el letargo de un colectivo ansioso, desesperado, emocionalmente exigido se apodera de todos los sectores de la venezolanidad. Bien aquellos que desean calladamente que Hugo Chávez muera; bien los que desean secretamente que regrese aunque no lo apoyen políticamente (los "Taitístas") o los que, por interés económico o emocional, sostienen una esperanza que el Presidente, en una suerte de "avefenixmo latino", resucite cual paladín y restablezca el orden bajo la pesada hoja de su espada. Una especie de "Bolivarización" de los actos que debe emular todo caudillo venezolano que se precie de tal.
Cualquiera de estos grupos, de estas tribus (ya que los indios se han puesto de moda de nuevo), de estas subespecies sociales a las que todos los venezolanos pertenecemos, está a la expectativa de qué es lo próximo que sucederá mientras sus vidas corren paralelas buscando cómo conseguir el azúcar (si lo consiguen) más barato, o si no los atracan llegando a su casa, o si se va la luz y hay que comprar una planta de energía o hay que "calársela". Todos estos microcosmos sociales comienzan a coincidir, a robarse los espacios mutuamente, generando los choques que tenemos tiempo observando. Los radicalismos corren ya sueltos y abiertamente manifiestos en pro y en contra. La brecha comienza a cerrarse y no existe un faro para nadie en medio de tanto caos.
A través de la historia, mención obligada y recurrente en mis escritos, tenemos toda clase de fenómenos de luz intelectual en momentos de defenestración social. Sin buscar ejemplos en otros países y para no sonar odioso, cito solamente los movimientos que dieron con la caída de algunas tiranías en Venezuela, o al menos ayudaron a su resquebrajamiento.
La famosa "Generación del '28", compuesta por jóvenes idealistas y arrojados (idealistas de los buenos, claro está), entendieron, al igual que los que debieron verse forzados a luchar en la oscuridad para derrocar a Marcos Pérez Jimenez, que les tocó vivir en una época turbulenta en su país. Pero además entendieron que estaban obligados a hacerle frente y en muchos casos, tuvieron la opción también de no luchar, de no hacer nada. Entendieron que para lograr sus ideales y lo que creían que era justo y correcto, debieron hacer más cosas que aquellas que estaban dispuestos a hacer para lograrlo. Esto es lo que parecemos nosotros obviar.
Cuando me refiero a "hacer más cosas", hablo específicamente de las acciones que se requieren para lograr las metas que nos planteamos, pero entendiendo también que los costos de hacer esto pueden incluir, de manera verdadera y real, el peligro de la vida misma. ¿Podemos pensar que los estudiantes y adversarios políticos de Juan Vicente Gómez, encarcelados en calabozos dentro de cárceles como La Rotonda, o los presos que tuvieron que sufrir torturas en Guasina o la Seguridad Nacional en Caracas, lo hicieron porque les gustaba correr peligro? Lo hicieron porque entendieron que no tenían alternativa.
De la misma manera como los hombres y mujeres de muchos países han debido tomar las armas y defender sus tierras, su cultura, su estilo de vida o sus dogmas, nuestros abuelos y bisabuelos tomaron la vía de las armas, de la sublevación, del sacrificio último inclusive. Nadie podrá obtener una respuesta positiva de algún soldado que haya vivido los horrores de batallas como las libradas en Bastogne en la Segunda Guerra Mundial, o inclusive los héroes modernos que cayeron frente a Puente Llaguno en Caracas diciendo que lo hicieron porque les gustaba. De esos caídos, ni los nombres recordamos. Nadie sino sus familiares los recuerdan. Los que nos defendieron, como Iván Simonovis, los dejamos a su suerte y los apoyamos dando un "retuit" por aquí, un comentario en Facebook por allá. No tenemos organización como opositores. Solo somos una "bandada de pericos", utilizando el título de un relato de Fernado Nunez-Noda. (@nuneznoda)
Dentro de este panorama por el que frente a nosotros desfilan cientos de eventos a la vez, ¿qué hacer? ¿Cómo recalibrar los ideales colectivos para comenzar una serie de acciones que comiencen a mostrar cambios reales? Todos estamos inmersos en una apatía que solamente consigue, como manifestaciones más beligerantes el alzamiento de voces indignadas, cansadas, asqueadas y llevadas al extremo. Pero el asunto es que, lamentablemente, los extremos que harían falta para restablecer el orden que deseamos todos aún están lejos. Es decir, todavía tendríamos que hacer mucho más para lograr lo que deseamos.
¿Es esto una invitación a tomar las armas? No, a las armas se las toma sin invitar a nadie. La invitación es a la reflexión, al pensamiento con uno mismo, ese que es el único completamente honesto que tenemos todos. A que lleguemos al punto de preguntarnos qué tan dispuestos estamos a llegar a esos extremos de los que hablo, que bien podrán presentarse frente a nosotros sin escogerlo inclusive.
Dicho en buen venezolano: ¿Estamos dispuestos a dejarnos pegar un tiro por la Democracia que tanto decimos amar?
Juancé Gómez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Apreciado lector, tus comentarios son apreciados y agradecidos.